Termicalia

Simplicidad, medio ambiente e independencia energética

Casi toda la energía de que disponemos en el planeta Tierra proviene del Sol. Él es la causa de las corrientes de aire, de la evaporación de las aguas superficiales, de la formación de nubes, de las lluvias y, por consiguiente, el origen de otras formas de energía renovable como el viento, las olas o la biomasa. Su calor y su luz son la base de numerosas reacciones químicas indispensables para el desarrollo de las plantas, de los animales y, en definitiva, para que pueda haber vida sobre la Tierra.

La combustión interna de los gases que contiene (principalmente hidrógeno) provoca la emisión de rayos de luz y energía en todas direcciones del espacio exterior. La propagación de estos rayos en forma de ondas electromagnéticas es lo que conocemos como radiación solar.

Aproximadamente dos terceras partes del total de la radiación solar que llega a las capas altas de la atmósfera se filtra hasta la superficie terrestre. Esa cantidad de energía representa anualmente 5.000 veces el total del consumo energético de la población de la Tierra.

Si tenemos en cuenta que las previsiones actuales apuntan a que en los próximos 6.000 millones de años el Sol tan solo consumirá el diez por ciento del hidrógeno que contiene en su

interior, podemos asegurar que la energía solar es:

  • Una fuente de energía gratuita, asequible a todos y durante un tiempo prácticamente ilimitado. Cualquier particular, cualquier ciudadano puede disponer de la fuente de energía, lo que supone una revolución energética sin precedentes, puesto que desafía la estructuras de poder actuales establecidas entre productores (países miembros de la OPEP, multinacionales contratistas de extracción, empresas distribuidoras, etc..) y consumidores finales.

  • Respetuosa con el medio ambiente porque sustituye a los procesos de generación de energía mediante combustibles fósiles pero, además, porque acerca la central de producción (campo solar del tejado de nuestra casa) con el punto de consumo, evitando así el coste medioambiental de transporte de combustibles fósiles (petroleros, oleoductos, etc…) o de la propia distribución eléctrica (incendios por tendido eléctrico aéreo).

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